Abstract |
El trabajo del CIMMYT y sus numerosos y valiosos colaboradores de los sistemas de producción de maíz y trigo es más importante que nunca en la historia del centro. La creciente población de nuestro planeta, el cambio en la dieta de las personas, los limitados recursos de que disponemos, la demanda de biocombustibles y una creciente variabilidad climática, son factores que en conjunto ejercen una extraordinaria presión en el sistema alimentario global. Existen pruebas de esto en todo nuestro entorno. En 2012, por tercera vez en menos de seis años, padecimos los efectos de una crisis mundial ocasionada por el aumento en el precio de los alimentos, un fenómeno que propició que los precios se duplicaran en comparación con los precios de solo dos años antes. En el despertar de la Primavera Árabe, dos de las principales zonas productoras de trigo e importadoras de cereales, el Norte de África y el Oriente Medio, siguen siendo fuertemente afectadas por el alza del precio del trigo. En años recientes el promedio de importaciones de trigo de todo el continente africano ha sido de más de 35 millones de toneladas anuales, cuyo costo para las naciones de ese continente asciende a más de 12 mil millones de dólares americanos y representa un problema para proveer de productos de trigo a los consumidores de bajos recursos. Los mercados internacionales de grano están sujetos, cada vez más, a eventos climáticos graves e impredecibles, a causa del cambio climático. Por ejemplo, en 2012, se rompieron más de 27,000 marcas de temperatura en los Estados Unidos, y el descenso en la producción agrícola repercutió en el mercado mundial. Algunos países recurrieron a la supresión de exportaciones o hicieron compras de pánico. Los efectos del alza de precios en los alimentos se sintieron de manera generalizada, aunque fueron más contundentes en la seguridad alimentaria y la subsistencia de la gente sin recursos. Como se asentó en la reciente declaración conjunta de tres agencias de las Naciones Unidas (“Tackling the Root Causes of High Food Prices and Hunger”, FAO, IFAD y WFP; en septiembre de 2012), los pobres invierten una buena parte de sus ingresos en alimentos y cuando los precios aumentan disminuyen su ración o incluyen en su dieta alimentos de menor calidad pero más económicos. En 1969 —40 años antes de su muerte y solo un año antes de que recibiera el Premio Nobel de la Paz por sus contribuciones a la revolución verde, que salvó cientos de millones de vidas—, el Dr. Norman E. Borlaug, luchador infatigable contra el hambre e investigador de trigo del CIMMYT, advirtió que “…la magnitud del problema para alimentar a la población mundial es algo que no debe subestimarse. El éxito que se ha logrado hasta ahora al elevar la producción de trigo, arroz y maíz en los países asiáticos nos ofrece la posibilidad de vivir tranquilos durante 20 o 30 años.” Constatamos una vez más que nadie puede depender de la exportación de algunos países que cuentan con zonas productoras de alto rendimiento. El poco abasto de productos alimentarios básicos, exacerbado por la especulación financiera, ha puesto a la humanidad en situaciones precarias en las que, si la producción disminuye en solo una de esas zonas productoras (o graneros), el sistema mundial de distribución de alimentos se desestabiliza. |